lunes, 19 de noviembre de 2012

Tarta para una Creatiba

He aquí una entrada cortita (ando liada y no tengo tiempo). Pero no podía pasar sin publicar esta tarta en el blog cuanto antes. Porque me conozco y, si lo dejo, lo dejo, lo dejo... al final no lo hago.

Además esta tarta es muy especial porque es para una de las chicas de mi family política, una de mis super cuñadas, Laura.

Por dentro, bizcocho de chocolate (ya sé, lo hago mucho, pero es que me encanta y la gente lo pide mogollón) y buttercream de plátano. La combinación de sabores fueron a elección de la cumpleañera y, he de admitir que ¡están genial! Sabores que casan genial, los recomiendo!!











Y hasta aquí la mini entrada. ^-^ Nos vemos pronto!!

Hasta luego!! =^_^=

viernes, 19 de octubre de 2012

Las galletas y la creatividad: Volviendo a la infancia.

Cuando era niña en mi cole teníamos una asignatura llamada "plástica", donde hacíamos manualidades y dábamos rienda suelta a la imaginación. De ahí salió un pisapapeles sin forma determinada, un reloj de mentira hecho con una caja de quesitos, una mesa (pequeña, ¿eh? Tamaño muñeca barriguitas) con pinzas de la ropa,... Pero lo que más me gustaba era pintar.

Cuando era muy pequeña (con 3 o 4 años) lo hacía con los dedos. Metíamos la manita en aquellos botes llenos de pintura líquida y, al sacarla, menos en el papel acababa en todas partes...

Siendo un poco más mayor pasé a las plastidecor, que ensuciaban bastante menos (pero que más de uno se comía. Es más, tengo recuerdos de haber escuchado que la plastidecor blanca estaba rica... En fin, eramos niños). Con esas los dibujos quedaban mejor. De hecho, yo era de las maniáticas que no podían salirse de la linea negra, así que mis dibujos siempre estaban bien pintados. Igual los colores no combinaban bien (en serio, no lo hacían), pero por lo menos el acabado siempre era bueno...

A los 12 (o 13) años, empezamos a pintar con pinceles. Ahí se complicaba la cosa, había que ser muy diestro para que quedase bien, pero me las apañaba para que mi trabajo no fuera un desastre. Lo malo es que volvimos a llenarnos de pintura, aunque esta vez doy fe de que era intencionado (casi todas las veces). La bata del colegio comenzaba el curso siendo blanca (con rallas grises, era muy fea), pero terminaba llena de colorines por todas partes, aunque mi madre siempre lograba quitarme la mayoría de las manchas (¿Cómo lo haría?? Siempre he pensado que tiene una varita mágica escondida en alguna parte...).

A mis 27 años ya no utilizo ni pinturas para dedos, ni plastidecor ni nada de eso (excepto en algunas ocasiones en los que los hijos de tus amigas te dicen que les ayudes a pintar, por lo que tú vuelves a los 8 años rauda y veloz y te sientas con ellos a sentirte niña otra vez). Es más, ahora lo máximo de pintura que puedo utilizar es la que se usa para pintar las paredes... Y, con esa, no puedes darle mucho a la imaginación que digamos... A no ser que quieras emular a Leonardo DaVinci y su Última Cena; en tal caso, vete preparando un buen trozo de pared... Y grandes dosis de paciencia.

Como podéis ver, el tema de la pintura siempre me ha gustado, aunque desde un punto de vista de aficionada. No es que se me diera mal, pero os aseguro que no veréis ninguno de mis cuadros en un museo. Era normalita. De las que hacía las cosas bien pero no destacaba demasiado.

En el mes de septiembre sentí un arrebato de curiosidad hacia las tartas pintadas (¿Os acordáis? Aquí), trabajo del que disfruté mucho. Pero como creo que comencé la casa por el tejado (yo, a lo grande, o nada), he decidido bajar a los cimientos y empezar por cosas más pequeñas y manejables: las galletas.

Yo no soy muy de galletas, pero de vez en cuando horneo una tanda para deleite de mi marido, al que le encantan. Así que, como tenía una masa lista para hornear, "robé" un trozo y la convertí en un lienzo comestible (el pequeño hurto se notó en el bote de las galletas, que no se llenó hasta arriba).

Aquí el resultado:


Perdonad la calidad de las fotos, pero en Bilbao llueve a cántaros y no puedo salir a la calle a hacer las fotos... (ni a marujear con mis señoras cotillas), así que me he tenido que conformar con la luz que entra por la ventana de la cocina, que es más bien escasa.

Y como llueve, llueve y llueve (sé de alguna que está feliz de que llueva tanto), mis galletas son un homenaje a la lluvia.






Las ilustraciones son sencillas, no quería complicarme demasiado la primera vez.

La última:





Me parece que esto es el comienzo de una larga amistad entre las galletas, la glasa, los colorantes, los pinceles y yo misma (menudo grupo de amigos que me he echado).

Pronto, más galletas ( y tartas, para variar).

Recordad, estamos en Facebook.

Ala, a ser creativos!! Hasta pronto!!

sábado, 13 de octubre de 2012

Uvas, viñedos y unas señoras muy cotillas.

Hola, holita, gatitos!!

He vuelto!!!

Sí, vale, llevo desaparecida un par de meses (soy un desastre) pero ya estoy aquí de nuevo con ganas de daros mucha guerra... Además de que, por otro lado, me han dado mucha caña para que le quite las telarañas al blog y me ponga las pilas (Vani, Are you happy?? :D).

Hace unas semanas una compañera de trabajo de Arkaitz (ya sabéis, mi marido) me pidió una tarta para su cumple. Me había pasado todo el verano sin tartear (vale, desde Julio) y tenía unas ganas locas de ponerme a ello... Así que le dije, rotundamente, sí.

Os cuento un poquito sobre ella. Delia trabaja con Arkaitz en el restaurante y es la encargada de los vinos en sala, es decir, la somelier. Es una loca de los vinos y sabe un montón sobre ellos. Así que su tarta tenía que ir enfocada por ese lado... ¿El problema? No sabía por donde empezar. Ni siquiera sabía qué bizcochos y relleno hacerle... Estaba en blanco.

La luz estaba al final del túnel (siempre hay luz al final). Había indagado en San Google buscando ideas para hacer la tarta, pero nada me convecía y no era capaz de dar con un diseño que me gustase de verdad. Como siempre, mi querida Vani (Viva la Tarta) me dio la solución. He de decir que cuando me atasco creativamente hablo con ella. Seguramente no hablamos de mi tarta o, si lo hacemos, le cuento un poco las ideas que tengo y ella me cuenta lo que haría ella. Creo que en este caso le conté mi idea y ella me dio los pasos a seguir. Es infinitamente generosa y siempre me da grandes consejos a la hora de trabajar (también me llevo, de vez en cuando, unas broncas de campeonato por cafre. Es lo que tiene la confianza, que da asco).

Hacía mucho que quería probar una técnica que me volvía loca. Pero, obviamente, no tenía ni idea de cómo se hacía. Quería pintar sobre el fondant. Siempre me ha gustado la pintura (eso no quiere decir que lo haga bien) y sentía mucha curiosidad por saber si el dichoso fondant sería capaz de aguantar la pintura encima... ¿La aguantó? Aquí el resultado:


¡Aguanta!! Eso sí, hay que tener mucho cuidado y ser cauteloso con las cantidades para que el fondant no sufra y se agujeree o se hunda. Y los colorantes no siempre responden de la misma manera. Son como niños traviesos. Así que yo hice unas cuantas pruebas antes de ponerme a ello.

El dibujo está hecho íntegramente a mano alzada, no utilicé plantillas ni transfers para plasmarlo en la tarta. ¿Fácil? No, para nada. El rotulador alimentario se acabó secando y dándome todos los problemas del mundo. Pero al final, tras 5 o 6 horas de tedioso trabajo, lo conseguí.



Las fotos están hechas en la plaza que tengo en la puerta de mi casa ya que la luz que tengo dentro es... nula. Vivo en un pequeño agujero. Las señoras que suelen estar tomando el aire en la plaza se congregan a mi alrededor mientras hago las fotos y hacen de jurado:

- Que cosa más difícil, hija, valla manos... (Gracias!! Usted, que me mira con buenos ojos...)
- ¿Pero eso se come? ¡Si parece de mentira!! (¿De mentira, señora? Dígaselo a mi espalda...)
- Ay! Pues a mí me gustó más la de los ositos, era más juvenil... (¿Juvenil? Era para una niña de 2 años, por favor!!)
- Oye, pues a ver cuando nos haces una a nosotras, que siempre sales a darnos envidia... (¿¿?? No comment)

Y así durante todo el tiempo que tardo en hacer las fotos...  Al final acabo haciendo las fotos a todo correr porque me ponen la cabeza como un bombo... Me caen muy bien, son señoras muy amables y siempre hablan muy bien de nosotros (será el gen cotilla...), pero cuando hago fotos me gusta estar tranquila y no es nada cómodo tenerlas detrás cuchicheando...


Estoy pensando que igual un día les hago unos cupcakes o algo así y salgo a hacer las fotos a la calle mientras se los comen... Así las fotos se las hago a ellas... (seguro que se dejan, jijiji!!) ¡Ains, las señoras! Ahora me quejo, pero he de admitir que le dan vidilla a mis sesiones de fotos tarteras, alguna vez que no han estado han sido aburridas y todo... Aunque, por lo menos, no me he tenido que preocupar de las sombras que me proyectan sobre la tarta...


¿De qué era por dentro? Layer cake de chocolate y de limón con buttercream de naranja... Sí, ya sé que os prometí la receta de la buttercream de naranja, pero he vuelto a hacerla a ojo... Para la próxima!!

Y ya para terminar os cuento una anécdota sobre el consumo de esta tarta en cuestión. El novio de Delia, la dueña de la tarta, ¡se la racionó! El hombre no quería que se acabara y cada vez que le metía mano a la tarta cortaba un pedacito para que no se acabase tan deprisa... ¡Que majo eres, Néstor! Tengo que decir que Néstor es cocinero (estoy rodeada de cocineros!!) y que una persona del gremio te diga que está buenísima y que haga esas cosas porque le gusta lo que está comiendo... ¡No tiene precio!!


Y hasta aquí el post, chicos. Espero que no pasen otros dos meses antes de que publique otra entrada. Mejor, os prometo que no van a pasar dos meses antes de que publique otra entrada... Tengo cositas pendientes de enseñaros...

Como siempre os digo, no os olvidéis que estamos también en Facebook.

Sed creativos, disfrutad de la creatividad y, sobre todo, endulzaos la vida!!

Hasta la próxima!!! =^_^=

lunes, 16 de julio de 2012

Tarta de Ositos y Aventuras en la cocina.

A veces, cuando me meto en la cocina, sufro grandes crisis de identidad. Y es que, a veces, creo que soy mi marido y que no va a haber nada que se me resista dentro de mis 2 minúsculos metros cuadrados (es decir, mi cocina de pin y pon). Pero, desgraciadamente, no lo soy y nunca lo seré, aunque lo intente. Porque lo que él hace se lo han dado los años de experiencia, las meteduras de pata que seguro que ha tenido y los ensayo - error de los que no nos libramos ninguno.

De todas formas, esta vez mi crisis ha sido positiva. Podría no haberlo sido, podría haberse cortado la buttercream por hacer pruebas con casi 300 gr de mantequilla (yo, en grandes cantidades, o nada!!)... Pero esta vez ha salido bien. Y es que, he de confesar algo, odio enormemente las esencias. Bueno, rectifico, no las odio, ellas me odian a mí. Y mucho. Porque, cada vez que las uso, se me revelan. Nunca caen en la cantidad justa. Acostumbran a caer el la masa (de lo que sea, cupcakes, bizcochos, galletas,...) de manera precipitada y sin medida. Y mira que son pequeños los botes de esencia, que de ahí dentro tampoco puede salir mucha cantidad... Pues sale. Mucha. Demasiada. Y da igual lo que use para medir las cantidades de esencia que añado a las recetas, siempre, siempre, siempre me paso.

Recuerdo hace unas semanas cuando Vani, de Viva la Tarta, me pidió que le echase una mano para preparar su primer taller de tartas (exitazo, por cierto!!). Ahí estaba yo, como un flan, en casa de Vani, mirando como ella iba y venía por la cocina con una seguridad maravillosa, preparando las cosas que nos hacían falta para empezar. Y es que, lo que ella hizo en 10 minutos, yo podía haber tardado, tranquilamente, tres cuartos de hora... Pero bueno, a lo que iba. Nos fuimos repartiendo las tareas y me puse a hacer masa de galletas en cantidades industriales. Al principio, más lenta que el caballo del malo, Vani me miraba como quien mira una bomba a punto de estallar. Y es que parecía que no había hecho una masa de galletas en mi vida. No era capaz de ponerme en modo "reposteril" ni a tiros, los nervios se estaban apoderando de mí... Y el peor momento fue cuando tuve que añadir la esencia de vainilla. No quería chafarlo, no quería... Y me quedé congelada. Vani me miró con cara de "¿Y bien?" , a lo que yo le contesté: "¿Me echas la esencia? Que me da miedo." Primero llegó la cara de póker y, acto seguido, la carcajada. "Que boba". Si, ya, boba, pero yo no quiero meter la pata que las esencias me tienen manía!

Y todo esto que os cuento venía por una buttercream, la de naranja que llevaba la última tarta que he hecho. Y es que, aquí la "antiesencias", busca la forma de aromatizar las buttercream y los bizcochos sin tener que añadir nada que valla a estropearme el invento. No, no, no. Y sí, ya sé que son una gozada, que a todos/as os encantan y que las usáis... Pero a mi no me convence ni el Tato. No, no, no.

El caso (joe, me enrollo como las persianas) es que me las tuve que ingeniar para aromatizar la buttercream sin esencias... Así que me puse a hacer sustituciones varias en la receta que tenía entre mis manos (una del libro "Cupcakes and muffins" de The Hummingbird Bakery, un libro sin el que ya no vivo!!). Dicha receta era una buttercream de limón, la cual me venía genial, pero la adapté para hacer también la de naranja. Y mi invento (que lo llamo invento, pero seguro que más de uno y de dos ya lo ha hecho antes, que no soy pionera ni nada,... ) consistía en sustituir la leche de la receta por... zumo de naranja! ¿Y sabéis que os digo? Pues que le den a las esencias, que no las quiero, porque nunca antes había probado una buttercream de naranja que supiera a naranja de verdad... Y esta así sabía!! (Nota para los valencianos y alrededores: con el género que tenéis por ahí salen las mejores buttercreams de naranja del mundo, os lo juro!)

Bueno, y me diréis, ¿y la receta? Pues no hay. Bueno, haberla hay, pero yo nunca la hago según me marca la receta original... Siempre acabo haciendo cambios "in situ", sin pesar ni nada, a ver que sale... Pero, como esta receta la voy a usar más veces (muchas más veces), prometo apuntar bien todos los cambios para poder pasaros la receta con sus cantidades.

Y llego a la miga del post (después de 6 párrafos, ya iba siendo hora...), la tarta. La preparé para Naia, la peque de una amiga que cumplía 2 añitos. A su hermana también le preparé otra hace un par de meses, cuando cumplió 5 años.




Para Naia quería una tarta infantil, pero sin caer en las típicas tartas de dibujos animados que tanto se llevan ahora. Y no es porque no me gusten (a veces alucino con la capacidad de reproducción que tienen algunos) pero esta vez quería algo diferente. Así que me decanté por una tarta muy básica, forrada de fondant blanco y con una cinta verde mente en la parte de abajo y ya, porque esta vez el centro de atención tenía que ser el modelado.

Aventurandome por la web, buscaba un tipo de osito que tuviera textura y que, sobre todo, fuera muy "cuqui". Encontré algunas ideas y, uniendo un poco de aquí y otro poco de allí, conseguí hacer los dos ositos que veis sobre la tarta. El resto del modelado es bastante fácil de hacer, iban saliendo según iba colocando cosas en el topper de la tarta.



Lo mejor de hacerle tartas a las hijas o hijos de las amigas es que puedes ver la cara de los niños al recibirla. Pero yo creo que me gusta más la cara de los padres, entre alucinados y acojonados (cuanto me vas a cobrar por eso??? XD). Disfruto más.




Bueno, ya sé que ha sido un post de los raros, pero no puedo escribir a gusto si tengo a Grey (mi gata) tumbada encima del teclado. Y da igual que la eche, siempre vuelve! Pero durante la semana os escribiré otro post con la receta de la buttercream de naranja y, por que no, la de lemon curd que llevaba la tarta también. Vamos a ponerselo a unos cupcakes, os parece??

Para los que aun estéis perdidos, os recuerdo que también estamos en Facebook.

Disfrutad de las vacaciones (los que las tengáis), hornead mucho y sed creativos, porque la creatividad crece con la práctica.

Muxu handi bat!!

Jessi.